The Glitch


❝I've grown tired of this body
Fall apart without me body.❞
—Body, Mother Mother.


Datos básicos

Nombre: Yeray.
Apodos: Jay (Asha y Will); Y-0131 (laboratorio); Glitch (laboratorio).
Género: Chico trans no binario (él/elle).


Historia

Los sujetos A-0130 e Y-0131 nacieron el 13 de abril de 2005, perfectamente sanos y, de acuerdo con las pruebas realizadas a los recién nacidos, siendo cada uno la mitad del sujeto que originalmente se pretendía crear.


Poderes, Habilidades y Datos de interés

Poderes: Yeray es capaz de hacerse intangible, invisible y de comunicarse con los muertos.

Datos Básicos


Nombre: Yeray.
Apodos: Jay (Asha y Will); Y-0131 (laboratorio); Glitch (laboratorio).
Género: Chico trans no binario (él/elle).
Orientación sexual: Queer.
Edad: 16.
Fecha de nacimiento: 13 de abril de 2005.
Ocupación: Ladrón.
Nacionalidad: Estadounidense.
Especie: Metahumano.
FC: Blu del Barrio; Cailey Fleming (Kid AU).

Historia


Avisos de contenido: Abuso infantil, muerte de una niña.
Los sujetos A-0130 e Y-0131 nacieron el 13 de abril de 2005, perfectamente sanos y, de acuerdo con las pruebas realizadas a los recién nacidos, siendo cada uno la mitad del sujeto que originalmente se pretendía crear. Con un destino bastante prometedor para sus creadores, los gemelos fueron evolucionando de forma ideal durante los primeros 18 meses de sus vidas. Pero las cosas cambiaron pronto para el sujeto Y-0131, dado que una rápida infección perjudicó de manera irremediable (sin asistencia electrónica) su sentido del oído, destruyendo el 60% de la audición en su oído izquierdo y el 20% en el derecho. Pero esto no se consideró motivo suficiente para descartar antes de tiempo a uno de los especímenes que tan caros costaban al laboratorio, en especial dado que mostraba por el momento un carácter silencioso y dócil, prometiendo ser una herramienta fácil de manipular, a diferencia del sujeto A-0130, algo más conflictiva.
Pese a la pérdida de audición, Y-0131 no presentó problemas a la hora de seguir órdenes y obedecer instrucciones a lo largo de los años siguientes, en los cuales se instruyó tanto a este como a la sujeto A-0130 en lengua de signos americana, esparciendo estos el idioma entre el resto de sujetos de su edad en el programa.
Supongo que mi historial en el proyecto debe parecerse un poco a esas palabras. Aséptico, cruel, inhumano, como si describieras a un perro de concurso en lugar de a un niño. Quiero dejarte claro, queridísimo lector, que no me llamo Y-0131 y mi gemela no se llama A-0130. Yo soy Yeray y ella es Asha, los críos nos molestamos en ponernos nombres los unos a los otros. Al menos, cuando sólo nos miraban a través de las cámaras, al menos en nuestra socialización limitada, intentábamos ser un poco más personas.
Mira, escribo esto en una libreta de bolsillo porque no tengo papeles de ningún tipo, porque no existo, y quiero que si encuentran mi cadáver un día en alguna de las calles de Gotham, al menos sepan qué nombre tiene el cuerpo que van a tirar en la fosa común, y que si deciden ponerme en el registro marcando una casilla de género que no es la mía, que sepan que lo están haciendo de pena. O quizás sólo escribo esto porque no hay nada mejor que hacer en una tarde de verano cuando te estás asando vivo y las pilas del ventilador que has robado están muertas.
Me llamo Yeray y esta es mi historia.
Mi hermana Asha y yo nacimos como resultado de un experimento fallido: un sujeto capaz de hacerse invisible e intangible, la otra capaz de manipular las corrientes eléctricas y la probabilidad. Muy buenos, sí, pero sólo presentaciones diluídas de lo que originalmente se estaba buscando. Creo que si no nos descartaron antes siquiera de nacer fue porque pensaron que quizás tenían dos copias de su idea original… Qué felices les habría hecho eso a los muy cabrones y qué rápido me habrían pegado un tiro al año y medio de haber sido así.
En fin, crecí en un lugar horrible a varios kilómetros de la ciudad más jodidamente desquiciada que he visto en toda mi vida. Aunque también es la única, así que quizás mi criterio es un poco inútil y existen sitios más caóticos aún. El caso es que podéis imaginar que una panda de científicos que se dedican a crear niños soldado con ADN robado para venderlos al mejor postor en cuanto son lo bastante hábiles, lo bastante perfectos, lo bastante obedientes… Pues no son las mejores figuras paternas que uno pueda esperarse.
Ni siquiera les importó matar a su pequeña estrella.
Cuando tenía 10 años, uno de los mil entrenamientos de Asha salió mal y la niña eléctrica murió electrocutada. Irónico. Absurdo. Un sin sentido cruel que se convirtió en el único día de mi vida en el que se me permitió llorar. Pero no lloraba por mi gemela, ¿por qué iba a llorar si la tenía justo a mi lado? Bueno, vale, lloraba un poco por ella, porque iba a echar de menos nuestras rutinas, la forma en la que cuidaba de mí, la seguridad que me daba haber crecido sabiendo que seríamos vendidos como un bonito dúo: llévate a la estrella y de regalo un sujeto algo dañado, pero muy dócil. ¿Qué iban a hacer conmigo ahora? Me sentó fatal sentir su frío abrazo, que los muertos tuvieran que consolar al vivo.
Will intentaba animarme. De las torturas él había sacado una personalidad de arlequín, burlón y resistente gracias a ello, testarudo; Asha sacó la de una pequeña líder, perfecta en cada tarea, astuta, alerta…; yo… Yo me encerré entre los muertos, callado y dócil, porque si era dócil seguiría vivo, hacía lo que se me ordenaba con absoluta precisión, no emitía pregunta alguna, aguantaba los golpes y los castigos por los más pequeños fallos sin más queja que los ojos cerrados y los dientes de leche y hueso apretados. Me encerré entre los muertos porque a ellos los escuchaba con claridad y los niños con tiros entre las cejas querían un amigo, los niños fríos eran mi pequeño secreto.
Mis días se volvieron bastante más grises cuando Asha se convirtió en otro de mis secretos. Hablábamos sólo entre señas en la oscuridad de mi diminuta celda, empezó a ser quien repetía las palabras de los vivos porque las voces muertas suenan claras en mi cabeza y la aparente mejoría sólo me llevó a pruebas con privación de otros sentidos. Una cosa os puedo decir sin acabar llorando sobre las páginas porque después de cinco años las cosas aún duelen: las pruebas se van volviendo cada vez peores a medida que creces, al igual que los castigos por los fallos. Donde había una bofetada con cuatro años, hay un puñetazo con 6, un corrientazo con el taser a los 9, torturas desde los once. La vida es progresivamente una mierda que sólo te demuestra qué tanto puedes llegar a aguantar, porque la violencia llega hasta el límite y, cuando parece que te vas a romper hasta un punto de no retorno o que van a perder a su bonita inversión por ahogamiento o un ataque cardíaco, todo para y, por unos minutos, el mundo se vuelve mínimamente más amable contigo. Al final las caricias, las palabras amables, te dan más miedo que los golpes, porque sabes que están reservadas para los peores experimentos, para los diminutos momentos en los que los adultos en sus batas blancas comienzan a cuestionarse su propia humanidad. Supongo que por eso nos dejaban jugar un rato, aunque el “juego” fuese sólo una adquisición de conocimientos disfrazada, comer juntos aquellos platos sin sabor pero con los nutrientes necesarios, pasar unos escasos minutos en las duchas como un grupo de más o menos la misma edad. Porque saben que no obtendrían nada útil si no nos dejaran ser mínimamente personas, o quizás ellos lo necesitaban más que nosotros, para creer que no eran los demonios vestidos de blanco que son bajo la piel.
Pero llegó un punto en el que ya no podía soportarlo más. Bueno, no, sí podía. Sí podía porque a esa edad mi forma de sobrevivir, mi personalidad, se basaba en ser callado y complaciente, porque como no tenía nada que perder y nada que ganar, no tenía por qué ser de otra manera. Pero Asha no podía más, estaba cansada de ver cómo todo seguía empeorando y de los llantos y los gritos del resto de muertos que yo llevaba escuchando toda mi existencia. Estaba cansada de ver desde la muerte al proyecto que le había quitado la vida y quería quemarlo hasta los cimientos, pero como no podía hacer eso, se conformó con convencerme para huir, porque ella siempre ha sido capaz de convencerme de todo lo que quiere. Usó la capacidad de los muertos para jugar con lo eléctrico para dañar mi collar el tiempo suficiente para que pudiera hacer intangible mi cuerpo y quitarme aquella cosa metálica que impedía que pudiera usar mis poderes sin supervisión. Bueno, que se lo impide a todos sus bonitos sujetos. Atravesé la puerta, me hice invisible y eché a correr por los pasillos buscando una salida entre el caos. Un pequeño incendio en uno de los laboratorios nos había regalado aquella oportunidad y no íbamos a tirarla. Asha y el resto de muertos provocaron más fallos, más niños liberados. Más caos que me daba la oportunidad de correr y correr, atravesar paredes y evitar con mi intangibilidad los disparos que se dirigían a mí cada vez que me volvía visible para hacer de distracción.
Una me dio en la pierna, pero esa es una parte de la historia que no importa demasiado, sólo es otra cicatriz.
No recuerdo muy bien aquella noche, está demasiado envuelta en caos y adrenalina para ser clara, recuerdo subirme a un auto cuando el conductor paró un momento para que su perro estirase las patas… Supongo que el pobre hombre tuvo un ataque a la mañana siguiente al ver una mancha de sangre sin explicación en su asiento trasero, también me colé en un autobús al llegar a una gasolinera… Estaba cansado y ponía el nombre de una ciudad, así que supuse que sería mejor despertar sabiendo dónde estaba que seguir a ciegas en aquel auto.
Pasé una semana en las calles de Gotham atendiendo a mi herida tan bien como las circunstancias me lo permitían. Y dar con un viejo amigo que intentó matarme nada más verme terminó por salvarme el cuello. Will. De entre todas las almas perdidas del laboratorio, encontré a uno de los pocos a los que podía considerar un amigo.
Podría decirse que me he pasado los últimos cinco años viviendo como he podido entre el caos de unas calles a las que he aprendido a llamar hogar y un edificio abandonado a cuyos fantasmas Asha y yo llamamos vecinos. Todo va a pilas porque no hay electricidad, lavo mis cosas en una lavandería por monedas y un par de veces por semana me gasto alguna de las carteras que robo o lo que saco de los trucos de trilero en entrar a algún motel que no pregunta por mi edad o mi carnet de identidad para conseguir darme una puñetera ducha. En los edificios abandonados no hay agua, ni luz, ni calor en invierno más que el que me trae la torre de mantas que se pasa el año apilada en un rincón. Pero, oye, es fácil mantener limpio el único apartamento que he conseguido que los muertos me dejen considerar mío y es mejor el sofá comido por los años que el suelo de la calle, así que no me quejo.
Además, siempre está Will. No sé de cuántas maneras me ha salvado la vida en estos años y tampoco sé cómo agradecérselo, porque nunca me salen las palabras adecuadas y siempre me calla con un “Para de agradecerme por todo, eres mi amigo”.
Cada año noto más cómo Asha no crece realmente: copia mi apariencia, aprende más de una cosa… Pero sus emociones siguen siendo las que eran cuando la electricidad le paró el corazón y las marcas se le quedaron impresas en esa piel traslúcida. Sólo veo esa parte cuando está enfadada, cuando está triste, cuando llora y su aspecto vuelve al mono del laboratorio, al día de su muerte, a lo que será para siempre mientras yo sigo creciendo y cambiando y me pregunto cómo seríamos si no estuviese muerta.
Pero no seríamos personas si estuviese viva.

Poderes, Habilidades y Datos de interés.


Poderes.
Yeray es capaz de hacerse intangible, invisible y de comunicarse con los muertos. En los dos primeros casos, es capaz de volver invisibles o intangibles aquellas cosas que se encuentran en contacto con él, pero nunca lo ha probado con seres vivos más grandes que un gato.
Habilidades.
Debido al entrenamiento que tuvo desde niño, Jay es realmente habilidoso con las armas de fuego, las armas blancas y el combate cuerpo a cuerpo, si bien parte de estas habilidades se encuentran algo oxidadas por la falta de uso. Fuera del proyecto desarrolló interés por la escritura, encontrando en ella un refugio de todas aquellas cosas de las que huye, siendo su voz narrativa, incluso al hablar de su propia vida, una voz bastante más segura de sí misma, bastante más decidida, de lo que lo es él en la realidad. También le gusta el graffiti y ha decorado el interior de su apartamento y pintado en varios muros de la ciudad.
Datos de interés.
—Tiene un gato llamado Luca al que rescató de un callejón con 11 años.
—Tiene miedo a la oscuridad y duerme con una pequeña vela encendida. Ha quitado algunos de los tablones para que entre luz en la casa.
—Tiende a despreciarse a sí mismo, a sentir que es una carga para sus amigos.
—Utiliza un teléfono robado y un número de prepago, tiene algunos contactos en su agenda y utiliza internet para suplir los vacíos que tiene sobre su educación. Tiene una cuenta de TikTok de exploración urbana en la que nunca ha mostrado su cara.
—Le gustaría poder tener una vida más normal, pero cree firmemente que no es una opción para él.